jueves, 13 de junio de 2013

Por Salvador López Arnal miembro del Frente Cívico Somos Mayoría
El Viejo Topo

Una cita del recientemente fallecido Agustín García Calvo abre el primer capítulo de este magnífico libro de intervención de Clara Valverde editado en la no menos excelente colección de Icaria, “Asaco”: “Con nuestra fe colaboramos para sostener la realidad. No hace falta creer. Hace falta no creer”. Este es el punto, este es el nudo esencial del libro que comentamos, del panfleto (en el mejor sentido de la palabra, que lo tiene desde luego) cuya lectura recomendamos vivamente. Eso sí, matizando ligeramente al autor del Sermón sobre el ser y no el ser, tampoco se trata, sin más, de no creer, sino de descreer lo que merece ser descreído. La inmensa estafa neoliberal, por ejemplo.

Hermann Cain fue uno de los candidatos republicanos a la presidencia usamericana en 2011. En uno de los debates se destapó con la siguiente afirmación, diseñada y estudiada previamente: “No eches la culpa a los grandes bancos, no eches la culpa a Wall Street. Si no tienes trabajo y no eres rico, échate la culpa a ti mismo.” Las frases de Cain, no fue esta la única, provocaron aplausos entusiastas entre los centenares de personas en la sala, seleccionadas previa y obviamente. Otros políticos institucionales abonan la misma senda de abyección. Afirman, por ejemplo, que “los desempleados son como alcohólicos o drogadictos: no tienen motivación para cambiar”. Dicho queda.

Las versiones rancio-hispánicas del insulto superan cuotas elevadas. “¡Qué se jodan!”, exclamó desinhibida la señora diputada Andrea Fabra, dignísima hija de su padre, y fiel colaboradora de su marido económicamente insaciable, que diría Cecilia.
Todo este lodazal de infamia le parece a Clara Valverde eso, una infamia inconmensurable que exige ser respondida y combatida. De ello nos habla en la última de sus publicaciones: No nos los creemos. Una lectura crítica del lenguaje neoliberal. De eso se trata, sostiene, de no creerlo, y de criticar, de deconstruir, el abominable lenguaje de la cosmovisión neoliberal que tantos efectos letales ocasiona.

NNLC está estructurado en siete capítulos condensados –“Pueden porque aún les creemos”; “Estrategia lingüística: culpabilizar”; “Más culpabilización: enfermas y enfermos ‘irresponsables”; “Silencio “igualdad” y género”; “Confundir, hacer dudar y despistar”; “Gobernar por el miedo”, y “Una voz urgente contra el neoliberalismo”-, se abre con un poema de Jorge Riechmann (“Palabra que muerde un trozo del pan de la verdad”) y, por si faltara algo, un prólogo de Carlos Jiménez Villarejo, que está envejeciendo maravillosamente, nos da la bienvenida. CJV apunta la finalidad del libro: “Esta obra es una necesaria contribución a la ingente tarea de desenmascarar “los abusos de poder” que tratan de presentarlos como legítimos y necesarios. El punto de partida es cómo afrontar la verdadera naturaleza de eso que, de forma tergiversada, se obstinan en llamar crisis” (p. 14). Queda dicho.

Vale la pena apuntar brevemente algunas de las tesis que la autora defiende con un lenguaje en absoluto neoliberal. Diez de las más sustantivas:

1. “El lenguaje es la primera y más necesaria arma del capitalismo neoliberal para construir y mantener un sentido común, como diría Antonio Gramsci, o para fabricar consensos, que dice Noam Chomsky” (p. 17). El lenguaje puede ser, es de hecho, un arma de despiste masivo.

2. “El lenguaje neoliberal con su tono de “todos tenemos que ser razonables”, utiliza la culpa, la duda, la confusión, la mentira y el miedo para que la población piense que lo que hacen las élites políticas y económicas es “bueno y necesario”. Si eso no es posible, intenta convencernos de que no hay ninguna alternativa” (p. 19).

3. “En el neoliberalismo se despolitizan los problemas sociales, económicos y políticos, y se abandona al ciudadano, empujándole a encontrar soluciones individuales en el mercado privado” (p. 24). El lenguaje y sus adornos publicitarios es el hilo conductor de esta estrategia.

4. ”Las desigualdades sociales y los trabajos precarios son algunos de los factores desencadenantes de los problemas de salud mental pero, en vez de ofrecer servicios socio-sanitarios para que la persona con ansiedad o depresión pueda ser escuchada, elabore su situación y reciba apoyo, se le culpabiliza y se le convierte en su propio castigador” (p.48).

5. “El no hablar de algo es otra estrategia lingüística eficaz especialmente en tiempos en los que lo que no sale en el telediario se considera que no existe. La situación dramática que viven las mujeres bajo el neoliberlismo, actualmente empeorada por el aumento de las desigualdades de género, está ausente en los medios de comunicación y en las voces de políticos y tertulianos” (p. 51).

6. “En la cultura política neoliberal que los gobiernos y élites fomentan, los ciudadanos son solo “espectadores”, gente “demasiado estúpida” para entender de política” (p. 59).

7. ”El neoliberalismo utiliza el miedo de numerosas formas, desde lo sutil a lo más directo, a través de las amenazas verbales y de la represión, para poder implantar sus políticas para enriquecer a los ya ricos, sin protestas ni interferencias de la ciudadanía” (p. 71).

8. “Las palabras hacen algo al que las escucha pero también hacen algo importante al que las dice. No sólo necesitamos aprender a escuchar y a analizar de forma crítica el lenguaje neoliberal, también necesitamos desenmascarar las manipulaciones, y sobre todo, pronunciar nuestras palabras, nuestra verdad” (p. 87).

9. “Los indígenas de Norteamérica creen que es su deber defender la tierra para las próximas siete generaciones. Nosotros, ¿para cuántas generaciones estamos dispuestos a abrir la boca y luchar?” (p. 97).

10. “Deja de esperar. El momento nos llama. Nadie ha imaginado cómo podemos llegar a ser y todo lo que podemos hacer. Esa es nuestra tara. Desertemos del lenguaje y de la mentalidad neoliberal, no nos quedemos dentro de sus fronteras. En estos tiempos: juguémonosla, agitemos, inspiremos, ocupemos las plazas. No lo aplacemos” (p. 99).

Se trata, pues, de cambiar el lenguaje (entre otras cosas) y ayudar con ello a cambiarnos a nosotros mismos y cambiar el mundo. Susan George muestra el camino: “Creo que ya no se le puede seguir llamando crisis, porque la propia definición de la palabra establece una época con principio y fin. Es un capítulo más de la lucha de clases que está en marcha, aunque la gente ahora no utiliza ese vocabulario” (El Roto, ese gran filósofo que entusiasmaba a otro gran filósofo, Francisco Fernández Buey, lo ha expresado agudamente del modo siguiente: “¡La operación ha sido un éxito: Hemos conseguido que parezca crisis lo que fue saqueo!”).

Clara Valverde ha dedicado el libro “a todas las personas que, aun teniendo miedo, luchan por la justicia y la dignidad, liberando sus mentes y su lenguaje de esquemas neoliberales”. El lenguaje y la mente de Clara, hija de aquel inolvidable profesor de estética y de mil cosas más, lo demuestra a lo largo del libro, está libre, muy libre, de ese inmenso lodazal de infames palabras e insultos clasistas e elitistas.

Se me olvidaba: lean con atención las excelentes páginas (pp. 36 y ss) que la autora dedica al coaching empresarial de ESADE, donde se inició la trama Urdagarin-Torres-Borbón. ¡Se lo pasarán en grande… y vomitarán de asco! No es contradictorio.

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia).



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