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jueves, 1 de agosto de 2013
O nos metemos en política o esto no cambia
Carlos Martínez
Politólogo
Viendo el panorama mejor no delegar. En demasiadas ocasiones la
política se convierte en el refugio de personas que desean un rápido
ascenso social. Esto ha comenzado a cambiar dado el desprestigio de la
profesión.
Precisamente ese es el problema, cuando una vocación por
cambiar las cosas y el servicio público -o bien la noble lucha por unas
ideas y por construir una sociedad nueva- se convierte en una profesión,
pero endogámica. Veamos más claramente: Cuando el garantizarse
pertenecer al grupo gestor de la res-pública necesita superar un filtro
de personas ya instaladas en el poder, y que éstas, a su vez, eligen o
reclutan equipos que han de ayudarles en su trabajo, y que, a su vez,
van a adquirir las claves de cómo controlar o mantener el mando y a
quienes recurrir o con que métodos mantenerse, se está designando ya a
los candidatos y candidatas a la sucesión, sin participación de nadie
más.
Cuando además estas situaciones se dan en medio de la actual política
espectáculo y con total ausencia de control y transparencia, solo los
cooptados y cooptadas están en la foto y son conocidos o conocidas.
Además hacen favores, promueven ascensos o ceses y, en consecuencia, van
tejiendo su propia red clientelar que, sumada a la del jefe o la jefa,
terminan fabricando un controlador, que no un o una líder. En el estado
español hoy hay muy pocos líderes que en ciencia política y sociología
política merezcan tal nombre, y todos y todas ellas se encuentran o bien
en el mundo local y circunscritos a él, o bien en organizaciones,
movimientos y plataformas periféricas de las opciones de poder político
de carácter general.
Uno de los problemas a la hora de articular una resistencia seria,
una convergencia política importante es precisamente la ausencia de
liderazgos, y los liderazgos no son negativos excepto si son excluyentes
y autoritarios. Esta fase -la de negar cualquier tipo de liderazgo- ya
la tiene superada una de las pocas izquierdas reales e influyentes del
mundo, la latinoamericana. Pero ojo, sus líderes son revocables -como en
Venezuela, por ejemplo- y por imperativo constitucional.
En el estado español, hoy en día, hay demasiadas personas grises
mandando, porque mandan, y mucho. Es decir, se sustituye al líder
conocido, reconocido y por tanto “derribable” por el dirigente oscuro,
burócrata y, como mucho, fruto del compromiso de grupos de notables.
Nadie expuesto a la crítica y a ser el reflejo de amplias voluntades
populares.
Cuando en sociología se habla de liderazgos no se está hablando de
dictadores. En cualquier caso, hablaremos de carisma y de reflejo en
ciertas personas u organizaciones de la voluntad colectiva de superar
situaciones o construir una nueva sociedad. Pero como en el estado
español hace ya tiempo que se sustituyó el liderazgo por el profesional o
la profesional cooptado por un grupo de personas grises pero muy
autoritarias, pues claro, nadie quiere liderazgos al identificarlos como
tales, por culpa de los “media” masivos y desinformadores. Pero surgen.
Por nombrar solo dos: Ada Colau y Sánchez Gordillo. También lo fueron
Felipe González y Julio Anguita, o Nicolás Redondo y el inolvidable
Marcelino Camacho.
Bien, la pregunta será ¿Qué propone esta persona? En primer lugar no
permitir que las profesionales y los profesionales nos aparten de la
política. Que personas grises no brillantes y poco inteligentes y
preparadas -aunque muy marrulleras- nos usurpen el derecho a pensar,
proponer y decidir políticamente. Si al menos fueran capaces de
arrastrar con su verbo y su acción, pero claro entonces no serían grises
y si serían líderes verdaderos no fabricados ni inventados por la
prensa corporativa o los gabinetes de imagen de ciertos grandes o ex
grandes partidos.
Es terrible comprobar cómo en estos graves momentos de una durísima
crisis económica, social y política, la democracia representativa entra
merecidamente en barrena de credibilidad. Pero la falta de visión,
inteligencia y valor -valentía- de muchas y muchos dirigentes impide que
se conformen las estructuras sociales que nos permitan avanzar hacia
movilizaciones generalizadas destituyentes.
Si bien el poder, el poder verdadero que emana de la oligarquía
bancaria y especulativa a través de múltiples medios a su disposición
-pues son de su propiedad-, ha logrado generar una desconfianza suicida
pero generalizada entre las clases populares y las víctimas de la crisis
en su propia capacidad de movilización y de auto-organización, y esa
sería la clave de la revuelta imprescindible. Esto provoca que solo en
ámbitos muy concretos o sectores laborales muy identificados estallen
las luchas, y además con éxito de movilización en asuntos sectoriales,
pero con escaso éxito en los generales.
El caso es que la solución a esta crisis es política. Hemos de
construir nuevos sujetos políticos no identificados ni identificables
con el régimen caduco del 78. Eso exige la voluntad de permitir la
construcción de ese ente socio-político unitario y acompañarlo por parte
de los ya instituidos. Además la lucha institucional, aún siendo
importante, no puede ser el eje vertebrador de una resistencia popular
capaz de articular una ofensiva política.
IU no es SYRIZA
Pero en eso estamos y no olvidemos que hay ya varias iniciativas en
marcha. Sé que escribir lo que a continuación voy a expresar me resta
amigos y no voy en contra de ellos, pero IU no es SYRIZA. Por tanto,
hacen falta más voluntades como en SYRIZA. También hace falta construir
algo nuevo y diferente como SYRIZA. O como el MVR o la Alianza PAIS o el
Movimiento al Socialismo. Tampoco en este estado nadie habla de un
Txipras con posibilidades muy importantes de gobernar, y eso solo ya
debiera hacer pensar a muchas y muchos. No lo disfracemos.
Quien no sea capaz de reconocerlo y de promoverlo no permitirá que
salgamos del actual impasse político y movilizador. Por tanto y mientras
tanto, creo, hemos de construir un liderazgo colectivo. Potenciar y
crear nuevas iniciativas no comprometidas que nos hagan recuperar
soluciones ocultas por el momento como el reparto. El reparto de la
riqueza y el incremento del sector público. Socializar la banca,
nacionalizarla, crear la banca pública y de esa forma tomar la única
medida que puede cercenar el poder de la oligarquía y la plutocracia del
estado español, que sigue siendo la misma que nos dominó durante la
dictadura franquista.
Pero de cara a las estructuras políticas y partidos ¿Qué? Pues que
los cargos sean revocables. Cada persona un voto también en las
organizaciones políticas y selección pública, democrática y
participativa de las y los candidatos en cualquier instancia
institucional.
Para recuperar el crédito de la política y la voluntad del pueblo de
hacer política hay que tomar medidas muy diferentes y transparentes de
seleccionar a las personas que nos puedan representar en política.
Porque hacer política es cosa de todas y todos.
Termino diciendo que creo en la capacidad de organizarse las
personas. Creo en la posibilidad de importantes movilizaciones
populares. Creo en la capacidad colectiva. De la misma forma que creo en
Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Múgica, Jean Luc Mélenchon o Alexis
Txipras. Por cierto, como sé historia y ahora que recordamos el golpe de
estado fascista que dio lugar a una guerra por defender la República,
podemos recordar a líderes anarcosindicalistas -y repito, líderes- como
Federica Montseny, Buenaventura Durruti, García Oliver, Cipriano Mera, o
Marianet R. Vazquez. Si pensamos en socialistas, Francisco Largo
Caballero, Indalecio Prieto, Juan Negrín o Ramón Lamoneda. Los
comunistas Juan Modesto y Dolores Ibarruri o los repúblicanos Manuel
Azaña y Casares Quiroga, o tantas personas que en sus respectivas
ocupaciones fueron capaces de resistir, en condiciones desiguales y
plagadas de dificultades, durante tres años. Si bien papeles centrales
como los de Largo Caballero, Azaña o Juan Negrín según las
circunstancias y avatares de cada momento, fueron claros. Aunque todas y
todos ellos como personas cometieron errores. En estos momentos también
necesitamos, partiendo de un liderazgo social colectivo, construir
nuestros referentes sin imposiciones y sin publicidad. Pero sobre todo
necesitamos articular un amplio frente social unitario y por el cambio
de la situación que vivimos. Para lograr el cambio y la regeneración
hemos de meternos en política.